Laura me contaba en un correo electrónico que se siente llamada por el Señor a la forma de vida inspirada a San Francisco y Santa Clara de Asís. Quiere ser toda para Dios en la vida contemplativa y escondida del claustro. Ha leído las biografías y escritos de los Seráficos Padres, y se siente identificada con ese espíritu. Es un alma profundamente eucarística, una chica alegre y trabajadora. Le cuesta dejar el mundo y las relaciones buenas que en él se entablan, pero está decidida. Busca el monasterio de Clarisas más cercano a su localidad, escribe, recibe respuesta, llama por teléfono y las Hermanas la invitan a pasar unos días en el monasterio. A la par que un cierto temor, Laura está muy ilusionada. Cuando llega al monasterio las Hermanas la reciben con los brazos abiertos. Tras pasar unos días en el monasterio me relata que su experiencia no ha sido buena y que en su interior siente fuerte contradicción entre lo que ha vivido, y se le ofrece vivir, y lo que el Señor le pide vivir. En el monasterio en el que estuvo percibió usos y costumbres con las que ella no se identificaba. No había rejas en el locutorio, la comunidad asistía a Misa sentada en los primeros bancos de la iglesia separados por unos maceteros del resto de la bancada, no se guardaba bien el silencio fuera de los tiempos de recreación y trabajo, la casa era demasiado "confortable", el hábito era "raro" y algunas Hermanas iban sin velo en el interior del monasterio, salían del monasterio a realizar recados ridículos, etc. Las Hermanas en su opinión eran buenas mujeres, atentas, simpáticas... pero ella no buscaba sólo eso en una comunidad. Yo sabía de qué pie cojeaba ese monasterio, demasiado inclinado a un feminismo mal entendido y con una opción de vida que podemos decir se aparta de lo tradicional. Mucho icono bizantino por todos lados, sesiones de yoga y zen, instrumentos alternativos en los oficios religiosos, concepción "fronteriza" de la clausura, curas viejos pero "modernos" que las van a dar retiros, etc. Pero lo que más le dolió a Laura fue comprobar cómo en la consagración eucarística ninguna Hermana se arrodillaba (entre 40 y 90 años) y todas comulgaban directamente en el altar cogiendo la Hostia con sus manos de la patena. Al preguntar a la Madre Abadesa, que la dijo que la llamara por su nombre de pila, ésta le contestó que ellas habían tomado esa resolución como mujeres cristianas autónomas e independientes, bla, bla... Creo que fue bueno que tuviera esa experiencia, que la enriquece personal y espiritualmente. Le ofrecí un listado de monasterios de Clarisas a mi entender "normales y de buen espíritu", en la línea de lo que ella manifestaba el Señor le pedía. Ya lleva tres meses de postulantado, y antes de comenzar la Cuaresma (periodo en el que cesan las comunicaciones con el exterior) me escribió para contarme su dicha y pedirme oraciones por su fidelidad y perseverancia.
Cada monasterio, en este caso de Clarisas, es ciertamente libre para tomar las opciones que sus miembros crean oportunas. Sólo quiero decir que habrá mujeres que se sientan identificadas con el espíritu del primer monasterio al que acudió Laura, y otras que no. Buscad y visitad monasterios las llamadas por el Señor a la vida del claustro. Vedlos y experimentad la vida en ellos por vosotras mismas. Allí donde el Señor os llame lo sabréis. No desfallezcáis tras una primera, segunda o tercera mala experiencia. Buscad y encontraréis.
Os pongo una serie de fotografías de Clarisas de diversos monasterios españoles. Misma Regla, mismas Constituciones, pero la vida real y concreta en unos y otros se me antoja que poco tiene que ver. Omito los nombres para que nadie se ofenda, aunque las imágenes son públicas y están todas colgadas en Internet.