El testimonio de la Beata Dulce de los Pobres



Breve biografía

La Beata Dulce de los Pobres (María Rita de Souza Brito Lopes Pontes) nace el 26 de mayo de 1914 en Salvador, Bahía (Brasil). El 9 de febrero de 1933 ingresa en el Instituto de las Hermanas Misioneras de la Inmaculada Concepción de la Madre de Dios. El 13 de agosto viste el hábito de la Congregación que llevará hasta el final de su vida y un nuevo nombre, Dulce. En 1934 recibe su primer destino en Salvador, en el Hospital Español, donde ejercerá de enfermera, portera y sacristana. A partir de entonces la Hermana Dulce comenzará un periplo de fundaciones de obras para atender espiritual y materialmente a los más necesitados (bibliotecas, uniones obreras católicas, colegios, albergues, etc.). En 1946 comienza la campaña para la entronización del Sagrado Corazón en las fábricas. En 1949, en el gallinero de su convento, abre un dispensario médico para los pobres, germen del mayor hospital de Bahía, el de San Antonio. En 1950 comienza la atención a los presos y en 1952 crea la cooperativa de alimentos a precios populares. En 1959 funda la Asociación Obras Sociales Hermana Dulce. En 1960 funda el albergue San Antonio.


El 7 de julio de 1980 tiene su primer encuentro con el Beato Juan Pablo II que la anima y bendice. En 1984 funda las Hijas de María Siervas de los Pobres (Instituto Religioso de Derecho Diocesano) con vistas a mantener y perpetuar el espíritu y carisma de su obra. En 1988 se presenta su candidatura al Premio Nobel de la Paz. El 11 de noviembre de 1990 cae enferma con problemas respiratorios y el 20 de octubre de 1991 recibe en su lecho de dolor la visita de Juan Pablo II. El 13 de marzo de 1992 fallece a los 77 años tras dieciséis meses de sufrimientos ofrecidos por la Iglesia. El 22 de mayo de 2011 ha sido beatificada en la ciudad de Salvador (Brasil). Es conocida popularmente como el Ángel Bueno de Brasil.

HH. Misioneras de la Inmaculada Concepción de la Madre de Dios


El Instituto de las Hermanas Misioneras de la Inmaculada Concepción de la Madre de Dios fue fundado por Mons. Amando Bahlmann, obispo misionero alemán de Saltarém (Brasil), en 1910, con la ayuda de la Madre María Inmaculada de Jesús Tombrock (alemana) y tres monjas Concepcionistas de Río de Janeiro que acabarían saliendo de la Congregación. Su carisma consistía en llevar el Evangelio a los lugares necesitados de la región amazónica. Durante años el Instituto se nutrió de vocaciones alemanas siendo la Provincia alemana la más numerosa y dinámica. En 1962 el Instituto alcanzó las 600 religiosas y a día de hoy son 380 Hermanas, la mayoría brasileñas, quedando la Provincia alemana con 36 religiosas, la mayoría ancianas y enfermas. El Instituto se nutre de vocaciones en Brasil, Taiwán y Namibia.


Su testimonio de vida religiosa

Cuando vemos imágenes de la Beata Dulce lo primero que nos llama la atención es su hábito religioso. La Hermana Dulce pertenece a ese grupo de santas mujeres, formadas en la escuela del sagrario y del amor a la Virgen, que no perdió tiempo alguno en enredarse en estériles cuestiones sobre la renovación o deformación de la vida religiosa después del Concilio Vaticano II. Mientras sus Hermanas de Instituto se afanaban en el Capítulo Extraordinario de 1968 por renovar las estructuras y la forma de vida de su Congregación, la Hermana Dulce se dedicaba a hacer lo que siempre había hecho en conformidad con su profesión religiosa. Vistió hasta su muerte en 1992 el hábito que había recibido en 1933, siguió conservando los ejercicios de piedad tradicionales que había realizado toda su vida (oración mental, rosario…) sumando la Liturgia de las Horas (ya que antes las religiosas solían rezar el Oficio Parvo de la Virgen), siguió practicando penitencias y realizando los sacrificios que siempre había hecho, siguió llevando a los pobres el amor de Jesús y la Inmaculada, impregnando totalmente de espíritu cristiano todas las obras que iba fundando, siguió conservando su identidad religiosa frente a los embates del secularismo y el modernismo que se apoderaban de su Congregación.


Y es que sus Hermanas, dado que gran parte de la cúpula directiva la formaban religiosas alemanas, acometieron una serie de reformas con las que la Hermana Dulce no comulgaba: reformaron el hábito hasta quitárselo definitivamente, suprimieron las costumbres tradicionales que estaban en vigor desde los tiempos de fundación, apoyaron la teología de la liberación, etc. Pero la hermana Dulce no secundó ninguno de esos desvaríos y Dios la premió con el apoyo de la gente, desde la más poderosa a la más humilde, y la sanción de la Iglesia que ha reconocido su vida ejemplar en grado heroico con la beatificación previa a su canonización. A pesar de su hábito y su vida contemplativa, la gente la quería y la respetaba, colaborando con ella en sus obras de caridad, y desenmascarando esas corrientes disidentes de vida religiosa que apuestan por lo contrario para “acercarse a la gente”. Su apostolado fue fructífero hasta más no poder y su testimonio de vida religiosa deja patente en qué consiste la radicalidad del seguimiento de Cristo en la vida consagrada en fidelidad a los fundadores y a la Iglesia, su Madre. En 1984 fundó a las Hijas de María Siervas de los Pobres para que perpetuasen y cuidaran la obra que el Señor le había mandado levantar.

Beata Dulce de los Pobres, ruega por nosotros