Sobre el futuro de la vida religiosa...



Religiosas del Instituto Mater Dei

El Anuario Pontificio recoge los números relativos a los Institutos Religiosos de Derecho Pontificio. En él comprobamos cómo, años tras año, los miembros de los Institutos más conocidos se reducen en número. Franciscanos, Jesuitas, Dominicos, Carmelitas, Compañía de María, etc., pierden efectivos aunque algunos, aún así, aumentan el número de casas con el consiguiente perjuicio para la auténtica vida fraterna en comunidad. Casas religiosas con dos o cuatro religiosos están hoy a la orden del día. En Europa la crisis vocacional es alarmante. La media de los religiosos/as europeos supera los sesenta años y en algunos Institutos rebasa los setenta. Como motivo de la crisis de vocaciones suelen erigir el secularismo y la disminución de los hijos en la familia. ¡Qué paradoja! Se lamentan del secularismo aquellos que después del Concilio se desposaron con las modas del siglo convirtiendo su vida religiosa en algo prácticamente imperceptible, insertándola en el estilo de vida del mundo (secular). Y se quejan de la disminución de hijos en la familia, como si Dios tuviera en mente llamar a sí a aquellos que exclusivamente tienen un nutrido grupo de hermanos naturales. Cuando Dios llama, llama. Al hijo único como al quinto de una familia numerosa. Y, ¿no deberán plantearse en cambio si la vida religiosa que llevan es atractiva para los jóvenes del momento actual? ¿No deberán plantearse si el carisma que les fue entregado mediante los Fundadores lo han tirado al viento? ¿No deberán examinarse sobre qué clase de política de pastoral vocacional han ejercido durante las últimas décadas? Algunos Institutos tímidamente se autoexaminan de estas cuestiones y más. Otros se niegan a bajarse del burro y continúan postulando esa malformación de vida religiosa, según ellos la auténtica conforme al espíritu del Concilio.

La falta de efectivos activos (ya que otros tantos se encuentran retirados en las enfermerías provinciales) obliga a los Institutos a la reestructuración de las presencias y de las Provincias religiosas:

- Actualmente varios Institutos se hayan inmersos, si no lo han hecho ya, en la unificación de Provincias. Tal es el caso de los Hermanos Menores Capuchinos o de los Carmelitas Descalzos que tienen en proceso la unificación única en España para 2014.

- Unificar Provincias implica reestructurar las presencias y ello supone cerrar casas religiosas y conventos. En estos quehaceres tienen invertidos sus fuerzas y energías. Y aquí surgen los temores de las Provincias vascas y catalanas que temen perder su “identidad e idiosincrasia particulares”, sumergidos en el todo de una Provincia única. Da la casualidad de que estas Provincias son las que menor número de ingresos tienen, o simplemente hace años que nadie pide la entrada al noviciado. Es común también que los pocos jóvenes vascos y catalanes pidan el ingreso en otras Provincias de España, aunque para detener este éxodo se han puesto en marcha políticas de rechazo: ingresarás en aquella Provincia que te corresponda. Y esto es una injusticia, ya que queda patente que el estilo de vida difiere bastante entre unas Provincias y otras. En algunas, por ejemplo, toleran que el religioso que lo desee vista el hábito religioso, pero en otras se practica una lapidación psicológica que obliga al religioso a vivir un infierno o a tomar la decisión de autoconstruirse un gueto donde él pueda vivir más o menos felizmente. De nuevo se asesta una puñalada mortal a la vida de comunidad y a ese “estilo de fraternidad” que todos los Institutos abanderan como característica de sus comunidades. Una farsa.

Religiosos de una de las tres ramas de Hermanos Menores

- La avanzada edad de los religiosos tampoco es que sea un imán de atracción para los jóvenes. Compartir la vida con un grupo de hombres y mujeres ancianos e impedidos, resulta difícil de casar con la vitalidad, la energía y el radicalismo que caracterizan a aquellos que, inflamados por el celo de la Casa de Dios, están dispuestos a comerse el mundo. Pasan por el postulantado, el noviciado y el juniorado que suelen ser interprovinciales. Allí comparten vida y proyectos con otros más o menos de su misma edad y similares inquietudes. Lo dificultoso es cuando se realizan los traslados y se destinan estos religiosos a los conventos de vida apostólica. Llegar a una comunidad donde la mayoría de las veces las cosas no son como te enseñaron durante el tiempo de formación es una dura prueba. Allí se dan cuenta que la primacía la tienen las actividades externas frente a la vida de comunidad (aunque los documentos de la curia general y provincial digan exactamente lo contrario). La vida comunitaria se reduce al rezo de Laudes y Vísperas, y a las comidas. El resto del tiempo cada uno va a lo suyo. En esta etapa de integración a las comunidades muchos salen desilusionados, insatisfechos e infelices de los Institutos Religiosos.


Religiosas católicas

En los últimos años, sin embargo, se da un fenómeno esperanzador. Los que solicitan el ingreso en los Institutos Religiosos ya no son aquellos ignorantes de tiempos pasados. Los nuevos aspirantes conocen las fuentes documentales carismáticas e históricas de los Institutos a los que se sienten llamados. Conocen las biografías de sus Santos y Santas, a los que veneran y quieren imitar salvaguardando la diferencia de contexto histórico. Incluso puede que conozcan sus Constituciones ya que algunas están publicadas en Internet. También saben del caos y la mundanización, la pérdida del primitivo fervor, la vida aburguesada y el espíritu de sospecha y maldad que hoy en día han hecho morada en muchos Institutos. Aún así, sopesando pros y contras, y dando la primacía absoluta al llamado divino, deciden ingresar. Y esta gente tan resuelta y decidida son esperanza para sus Institutos, a pesar de que en ellos suelen poner “muy nerviosos” a los que ya estaban, por lo que intentarán obstaculizar su proceso de integración.

En otro sentido, el nuevo espectro de vida consagrada que se ha abierto en la Iglesia desde el Concilio Vaticano II ofrece posibilidades nuevas e ilusionantes para aquellos que sientan en su interior la invitación de Jesús a seguirle en pobreza, castidad y obediencia, al servicio de la Iglesia en comunión con los hermanos. Muchos son los nuevos Institutos surgidos en los últimos tiempos. Sin lugar a duda, una respuesta del Espíritu para la decadencia general de la vida consagrada. Y la Iglesia sanciona estas nuevas formas de vida, muchas de ellas reformulaciones. A nadie se le escapa que la gran cantidad de nuevas formas de vida franciscana son resultado de una inconformidad con la línea predominante de los Hermanos Menores. Lo que sucede es que muchos de estos Institutos son prácticamente desconocidos dado su reducido tamaño y la escasez de sus presencias. Hoy en día ya no es tan fácil como antaño crecer de forma exponencial en pocos años, y también ha desaparecido la figura de aquellos benefactores que antes favorecían a los Institutos con grandes donaciones que permitían multiplicar las posibilidades de expansión.


Frailes Capuchinos Recoletos

Nuevas espiritualidades tampoco parecen que presenten en un primer lugar. Las diversas espiritualidades son patrimonio de la Iglesia Universal y constituyen diversidad de caminos para el objetivo común del seguimiento de Cristo según el Evangelio. Unos se sienten interpelados por la espiritualidad franciscana, otros por la carmelitana, otros por la ignaciana, etc., pero no quieren ser ni franciscanos, ni carmelitas, ni jesuitas… Los nuevos Institutos pueden tener dentro de su originalidad algunos rasgos de estas tradiciones espirituales de la Iglesia. Esto no es nada nuevo. Pensemos en la gran cantidad de Institutos afiliados oficialmente a las Órdenes más significativas. Aquí radica otro atractivo de los nuevos Institutos. Puedes ser un simple fraile viviendo en verdadera comunidad, en auténtica pobreza, en obediencia a la Iglesia, respetando y fomentando el culto litúrgico conforme a las normas establecidas, en sencillez y simplicidad franciscanas sin ser miembro de los Hermanos Menores. Franciscanos de la Renovación, Hermanos Menores Renovados, Franciscanos de la Inmaculada… permiten a los jóvenes vivir hoy según el espíritu de San Francisco. Lo mismo para quienes deseen vivir según el espíritu militante ignaciano en obediencia absoluta al Papa… o para quienes deseen servir a Cristo en los enfermos pobres, o en la educación de la niñez y juventud según los principios cristianos… El monopolio carismático de las multiseculares Órdenes ha desaparecido. Me viene a la mente varios Institutos Religiosos de espiritualidad franciscana y de otro tipo fundados por hijos espirituales de San Pío de Pietrelcina que en sus últimos años de vida, coincidentes con el post- Concilio, ya mostró su disconformidad con las novedades ridículas a las que se entregaban los Capuchinos. También es paradigmático el ejemplo de fidelidad de aquellos Institutos que tuvieron en vida a sus Fundadores tras el Concilio. Por ejemplo la Madre Teresa de Calcuta y otros muchos no tan conocidos.

Estamos en un tiempo crucial respecto a la vida religiosa. En los próximos años se producirá la hecatombe en muchos Institutos cuando la mayoría del grueso actual fallezca por ley de vida. Poco a poco los nuevos Institutos se expanden, lentamente pero sin retroceso. Queda por ver si una vez limpiado el plantel de las antiguas Órdenes y Congregaciones, las nuevas generaciones encauzarán sus Institutos por las veredas de la fidelidad a la Iglesia y a los Fundadores. O si por el contario, quedarán como lugar privilegiado para aquellos que aspiran a una vida religiosa más fácil (con dinero, vacaciones, visitas las que quieras a la familia, sin la exigencia de tiempos serios de oración, sin normas, con viajes, con servicio doméstico, en rebeldía al Magisterio y con la cantinela hipócrita de los pobres y la justicia social…). Estas Órdenes y Congregaciones se sienten orgullosas de tener vocaciones en países en vías de desarrollo y en los subdesarrollados: vocaciones las tienen los Lasalianos en África, los Jesuitas y los Carmelitas Descalzos en la India (casi todos diría yo), los Dominicos en Filipinas, etc. Pero no creo que esto sea motivo de esperanza para Europa. También las Provincias Polacas y de Europa del Este- aunque cada vez y alarmantemente menos- tienen vocaciones. Tomen ejemplo de ellas y situación distinta sería la que viviésemos. Seguramente si volviésemos a tener una guerra o algún desastre asolase España, los noviciados volverían a reventar como en la década de los cuarenta y cincuenta. Pero de aquellos lodos, estos fangos.


Hijas de Santa María del Corazón de Jesús

Seguir a Jesucristo en la vida religiosa no es fácil: no es fácil renunciar a la compañía regular de tu familia, no es fácil dejar a los amigos y amigas, no es fácil renunciar a tu dinero y a las propiedades, no es fácil renunciar a la posibilidad del amor de pareja, no es fácil renunciar a la voluntad propia, etc. Pero para hacer la vida religiosa más atractiva la solución no es asimilarla a la del mundo. Jesús en su vida terrena exigió un seguimiento radical de su persona: la renuncia a los bienes, dejar padre y madre, hermanos, campos y casas, tomar la cruz, etc. Los propios exegetas modernos ponen de manifiesto la radicalidad del seguimiento de Cristo y la dura exigencia que Él ponía a sus seguidores. La clave del éxito de la vida religiosa, aunque sea y será cada vez más reducida, es la autenticidad y la fidelidad. En un primer mundo tan lleno y desbordado de consumismo, de hedonismo, de confrontación, de inseguridades y de falsa moral, la vida religiosa no puede ser una prolongación más ética de la vida del mundo. Tiene que ser una ruptura con ese espíritu mundano para que su luz brille en las tinieblas. ¿Dónde están los consagrados? No se les ve por la calle, de ellos solamente hablan sus casas y conventos. En esta sociedad donde importa tanto la imagen y el signo, la imagen de la vida religiosa se ha desvanecido en líneas generales. Y no nos referimos exclusivamente a la cuestión del hábito religioso que es tan sólo un indicador. La Iglesia necesita religiosos que lo sean y también que lo parezcan, que amen y estén en comunión con la Iglesia real y no con esa creación eclesial fantasiosa que muchos tienen en mente, que se distingan por una vida pobre y fraterna efectiva y no de boquilla, religiosos amantes y defensores del culto litúrgico, también preocupados por las realidades temporales pero que se den cuenta que a día de hoy ya existen profesionales mejor cualificados que ellos para llevar a cabo actividades sociales, religiosos que no se escondan sino que se muestren en la plaza pública agradecidos con la invitación que Cristo les hizo. Y especialmente religiosos orantes.