El 9 de diciembre de 2009 fallecía Fray Antonio de Lugo O.S.H., monje Jerónimo, a los 91 años de edad. Su muerte quizá haya pasado desapercibida, pero con él se va una egregia figura de la vida consagrada en España. Reproducimos a continuación un artículo de Don Santiago Barco que versa sobre Fray Antonio, su vida y obra.
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Conocí a Fray Antonio de Lugo en la década de los ochenta, cuando yo era un joven estudiante de Derecho y él un viejo monje retirado en el Monasterio de Yuste, ya liberado de todos sus cargos y responsabilidades en la Orden de San Jerónimo. Este hecho me permitió frecuentar con cierta asiduidad su compañía, tanto en el Monasterio de Yuste, como en los Monasterios de las Salesas o de las Jerónimas de Madrid, donde él celebraba la Santa Misa en sus frecuentes visitas al médico.
Cuando me llamaron las monjas Jerónimas –a las que siempre estuvo tan unido- para comunicarme su fallecimiento –que no por esperado ha dejado de ser un duro golpe- vinieron a mi memoria tantos recuerdos de este monje ejemplar, santo sacerdote y español de bien, a quien tanto debo en mi vida espiritual. No en vano, él fue quien ofició en mi boda y bautizó al primero de mis hijos en otro memorable monasterio madrileño: el de San Ildefonso de las monjas Trinitarias. Escribimos, pues, con sobrecogimiento y gratitud filial.
Hijo de un oficial de Infantería, vino al mundo nuestro monje en Lugo, el 13 de junio de 1918. Siguiendo los destinos de su padre, la familia pasa de Galicia a África y de allí a Madrid en 1931, donde Antonio Manuel Rio Vilas realiza su carrera en la Escuela de Periodismo de El Debate.
En 1936 el Alzamiento le sorprende en la capital, siendo forzado a enrolarse en las filas del ejército republicano, pero –espantado de luchar con quienes profanaban y destruían templos, asesinando a los ministros de Dios- consigue zafarse y se incorpora a la Falange clandestina donde, con riesgo de su vida, trabaja por la victoria y logra evadirse de una checa cuando le iban a asesinar.
Monasterio de Sta. María del Parral
Llegada la paz y restablecida la libertad para la Iglesia en España, Antonio Vila siente la llamada de Cristo al sacerdocio e ingresa en el Seminario de Madrid en 1939, pero deseando llevar una vida de más íntima amistad con Dios en el silencio y la oración, ingresa en 1941 como monje en el Monasterio de Santa María del Parral en Segovia, donde la restauración iniciada por Fray Manuel de la Sagrada Familia unos años antes estaba a punto de fracasar tras el martirio de este sacerdote en Paracuellos del Jarama.
Alma de la restauración jerónima
Cuando, en el lenguaje de los monjes, “deja el siglo” para retirarse al claustro, siguiendo la costumbre jerónima pasa a llamarse Fray Antonio de Lugo. En junio de 1946 recibe la Ordenación sacerdotal y meses después una grave crisis sacude la Orden y Fray Antonio es nombrado Prior General. Debe expulsar a un grupo de monjes disolutos que vivían en el Monasterio, y hacer frente a una delicada situación financiera. Son tiempos difíciles de mucho sufrimiento y penuria económica, en los que el Padre Lugo no puede ni comprarse las medicinas que le receta el médico, pues ha de hacer frente con esos recursos a otros gastos de la Comunidad monacal. Como Prior de El Parral debe retomar la refundación de la Orden, empapándose en las fuentes de la tradición jerónima. En esta labor conoce y cuenta con la ayuda de prelados como Herrera Oria, Casimiro Morcillo, García Lahiguera, Marcelo González, Bueno Monreal, Guerra Campos, Laureano Castán… Lo mejor y más granado del Episcopado español.
Monasterio de San Jerónimo de Yuste
Como Prior de diversos monasterios primero, y como General de la Orden después, obtiene la ayuda de las autoridades para restaurar y abrir nuevos cenobios según se van consolidando las comunidades de monjes. Para tal fin despacha con Franco, Carrero Blanco y otros dignatarios de los que obtiene siempre favorable respuesta y generosa ayuda.
Poco a poca la Orden se va afianzando. Fray Antonio fue fundador: abre en Salamanca el Colegio Mayor de Nuestra Señora de Guadalupe para que los monjes que estudian en la Universidad Pontificia puedan llevar vida monacal; funda San Isidoro del Campo en Santiponce (Sevilla); restaura San Jerónimo de Yuste (1958) y en 1964 inicia la fundación de Santa María de los Ángeles en Jávea (Alicante). En 1965 restaura la vida jerónima en el monumental monasterio de San Jerónimo de Granada, que posteriormente fue ocupado por las monjas de la Orden, hasta hoy.
Monasterio de San Isidoro de Santiponce
La crisis postconciliar
Llega el Concilio Vaticano II y el Padre Lugo entiende, como no puede ser de otro modo, que la renovación de la vida religiosa ha de realizarse desde la fidelidad a la Tradición y al Magisterio. Pero soplan malos tiempos para los sacerdotes fieles, y Fray Antonio comienza otro nuevo calvario de incomprensiones al negarse a aceptar reformas ajenas al espíritu de la Orden de San Jerónimo y a la Tradición de la Iglesia. Solicita permiso para retirarse a un Monasterio con los monjes que deseen vivir el espíritu tradicional jerónimo, pero no lo obtiene.
En el noble combate por defender la sana Doctrina frente al modernismo surge la Hermandad Sacerdotal Española, que llegó a contar con cerca de 7000 sacerdotes y religiosos en España, con los que Fray Antonio colaboraba estrechamente mediante artículos y conferencias.
Madre Cristina de la Cruz (1902-1984)
Renovadora de las monjas Jerónimas,
apoyo incondicional de Fray Antonio
apoyo incondicional de Fray Antonio
Así, mediando los años ochenta como dijimos antes, Fray Antonio de Lugo pasó a un segundo plano y fue quedando sin cargos en la rama masculina, trasladándose del Monasterio de El Parral –del que era capitular- al de Yuste, para evitar participar en ciertas decisiones que no podía compartir. En esta época, a la crisis general que padece la Iglesia en el postconcilio se une la de la Orden Jerónima: comienzan las defecciones, los monjes que quieren mantener el espíritu de siempre y ya no lo encuentran en sus monasterios salen a buscarlo fuera, se cierran Santiponce y Jávea… pero la sangría no para hasta nuestros días, donde apenas un puñado de heroicos monjes visten el hábito de San Jerónimo, de modo que no me parece descabellada la opinión de un correligionario que me decía estos días que con el Padre Lugo, si Dios nuestro Padre no lo remedia, se enterraba la Orden de San Jerónimo.
Apóstol contemplativo
Un accidente de coche, el hundimiento sobre su cama del techo de un monasterio (le rescataron ensangrentado de los escombros), una operación de columna y diversas dolencias le obligan a trasladarse con frecuencia de Yuste a Madrid, para ser atendido por los médicos. Aprovecha para hacer un fructífero apostolado: conferencias, retiros, dirección espiritual, artículos en Iglesia-Mundo, Roca Viva, Vida Espiritual, El Alcázar, etc.
De su prolífica literatura espiritual cabe destacar “María Teresa. Fisonomía de un alma grande”; “Martirologio español, Madrid”, escrito en 1974 cuando muchos se avergonzaban de nuestros mártires; “El santo propósito” donde expone la verdadera vida religiosa frente a interpretaciones filoprotestantes; “El precio de una victoria” sobre la Cruzada del 36; “En tierra firme”; “Estirpe de Dios” y “Sexualidad y madurez personal”.
Con Fray Antonio de Lugo se nos va uno de los últimos sacerdotes de esa generación ejemplar y prolífica que tanto bien ha hecho a la Iglesia y que tantas cosas buenas han salvado del huracán. Que desde el Cielo –pues escribo esto con la esperanza cierta de que esté ya gozando de la paz del buen Dios a quien consagró su vida- interceda por nosotros, por la Iglesia, por la Orden Jerónima y por España, a la que tanto amó.
Claustro "vacío" de Yuste