"Yo convertiré a los más obstinados con los milagros que realizaré en esta tierra de pecado"
"Soy la que está en la Trinidad Divina. Soy la Virgen de la Revelación. Tú me has perseguido, ¡ya basta! Entra en el redil, el juramento de Dios es santo, los nueve viernes que hiciste antes de entrar en el redil de la mentira son los que te han salvado. Obedece a la autoridad del Santo Padre."
Una obra de la Iglesia, para la Iglesia, con la Iglesia.
Las Misioneras de la Divina Revelación son un instituto religioso de derecho diocesano, aprobado en la diócesis de Roma en 2001. Su fundadora fue la R. M. Prisca Mormina (1922-1998), que no llegó a ver la erección de su obra como instituto de vida consagrada.
Nuestra Señora de la Divina Revelación
En 1947, la Virgen María se aparece ante un propagandista anticlerical y adventista llamado Bruno Cornacchiola, junto a sus tres hijos. El lugar, una gruta sobre una colina en las Tres Fuentes, lugar del martirio de San Pablo y donde actualmente se erige una Abadía Cisterciense. Este hombre, que había participado en la persecución religiosa española de 1936, abrazó el protestantismo y llegó a tener un odio tan grande hacia todo lo que era la Iglesia Católica que cuando terminó la guerra española, se dirigió a Roma y, con la intención de matar al Santo Padre, compró un puñal y gravó sobre él: "Muerte al Papa". Había ido a la colina para preparar un discurso contra la Iglesia y Nuestra Madre María, típico del protestantismo, cuando la Reina del Cielo se le apareció. Se le presenta con el título de Virgen de la Revelación. Bruno se convierte tras estra gracia del Cielo. El día 9 de diciembre de 1949 visita al Sumo Pontífice Pío XII, entregándole en sus propias manos la Biblia protestante con la que había dado muerte a muchas almas, infundiéndoles su erronea interpretación, y el puñal con el que había pretendido matarle. El Papa bendice la imagen para la gruta, que es acompañada por medio millón de fieles. Desde aquel momento, la colina se convierte en lugar de peregrinación. Su fiesta, aprobada por el Obispo de Roma, se celebra el 12 de abril. En 1997, el Siervo de Dios, Juan Pablo II concede al Santuario el nombre de Santa María del Tercer Milenio de las Tres Fuentes.
Las Misioneras de la Divina Revelación
"Virgen querida, gracias que a ésta edad me permites todavía trabajar para tu Hijo Jesús. Aunque no me quieres mártir, tú sabes que por el Evangelio daría mi vida". (Madre Prisca)
Junto a esta Gruta de la ciudad de Roma, la Madre Prisca funda las Misioneras de la Divina Revelación para custodiar la Divina Revelación de Jesucristo, como lo ha hecho la Virgen María, y difundirla en comunión con el Magisterio de la Iglesia y el Vicario de Cristo.
Su vida consagrada está caracterizada por una intensa vida interior y por un amplio compromiso apostólico. La liturgia tiene una importancia clave. Ponen un especial cuidado en el canto gregoriano que, en la tradición de la Iglesia, expresa en modo sublime la unión con Dios. El color verde del santo hábito recuerda que son espiritualmente nacidas en la Gruta de las Tres Fuentes donde la Virgen María se presentó con un manto verde, que recubría un hábito blanco largo hasta los pies, y una faja rosa que le ceñía la cintura.
Con simpleza de espíritu, se dedican a hacer conocer la Palabra de Dios, a través de la catequesis, haciendo constantemente referencia a los "Tres Amores Blancos", así llamados por la Virgen de la Revelación: la Eucaristía, la Inmaculada y el Papa. Trabajan en dos campos fundamentales: en el ámbito de la familia, núcleo de la sociedad, y en el ámbito de las parroquias, centro del trabajo pastoral de la Iglesia. Además de colaborar en el Santuario de la Virgen de la Revelación, lo hacen también, por expreso deseo del Sumo Pontífice, en la Cabeza y Madre de todas las iglesias del orbe, San Juan de Letrán, Catedral del Papa. En su misión desean que "el tesoro de la Revelación confiado a la Iglesia, colme siempre más el corazón de los hombres" (Dei Verbum 26) y para ello, tratan de seguir a la Virgen que "en su vida terrenal fue modelo de ese amor maternal por el cual deben ser animados todos aquellos que, en la misión apostólica de la Iglesia, cooperan para una regeneración de los hombres" (Lumen Gentium, 65).
“A María, Estrella de la Evangelización, dedicamos nuestra vida con el deseo de donar a Cristo Jesús, Único mediador entre Dios y los hombres a las generaciones del Tercer Milenio, para conducirlas al verdadero sentido de la vida terrenal cuyo objetivo es el de lograr la vida eterna para así poder gozar de aquella felicidad por la cual tenemos siempre nostalgia en la vida.”